Su SANTIDAD, PAPA Francisco trazó el perfil de los obispos que quiere
28 - 02 - 2014 - VATICANO
En la Sala Bolonia
del Palacio Apostólico, el Papa Francisco ha presidido la reunión de la
Congregación para los Obispos, cuyo Prefecto es el cardenal Marc Ouellet, y ha
dirigido a los presentes un discurso acerca de la misión de esa congregación,
de los criterios que deben presidir la elección de un obispo, así como de las
características que éstos deben reunir y de su tarea con los fieles que les han
sido confiando.
1 - Lo esencial en la misión de la Congregación
«En la celebración de la ordenación de un obispo la Iglesia
reunida, después de invocar al Espíritu Santo pide que sea ordenado el
candidato presentado. El que preside pregunta entonces: «¿Tenéis el
mandato?»...Esta congregación existe para ayudar a escribir ese mandato que
después resonará en tantas Iglesias y llevará alegría y esperanza al Pueblo
Santo de Dios. Esta congregación existe para asegurarse de que el nombre del
elegido haya sido, ante todo, pronunciado por el Señor... El Pueblo santo de
Dios sigue exclamando:... necesitamos alguien que nos mire con la amplitud de
corazón de Dios; no necesitamos un manager, un administrador delegado de una
empresa ...Nos hace falta alguien que sepa elevarse a la altura de la mirada de
Dios para conducirnos hacia El... No tenemos que perder nunca de vista las
necesidades de las Iglesias particulares a las que tenemos que atender...
Nuestro reto es entrar en la perspectiva de Cristo teniendo en cuenta la
singularidad de las Iglesias particulares».
2.- El horizonte de Dios determina la misión de la congregación
«Para elegir a esos ministros todos necesitamos elevarnos,
subir también nosotros al 'piso superior'... Tenemos que elevarnos por encima
de nuestras eventuales preferencias, simpatías, pertenencias o tendencias para
entrar en la amplitud del horizonte de Dios...No hombres condicionados por el
miedo de lo bajo, sino Pastores dotados de parresía, capaces de asegurar que en
el mundo hay un sacramento de unidad y por lo tanto la humanidad no está
destinada al abandono y al desamparo... A la hora de firmar el nombramiento de
cada obispo me gustaría sentir la autoridad de vuestro discernimiento y la
grandeza de horizontes con que madura vuestro consejo. Por eso el espíritu que
preside vuestros trabajos... no podrá ser otro que ese humilde, silencioso y laborioso
proceso desarrollado bajo la luz que viene de las alturas. Profesionalidad,
servicio y santidad de vida: si nos apartamos de este trinomio abandonamos la
grandeza a la que estamos llamados».
3.-La Iglesia apostólica como fuente
«La altura de la Iglesia se encuentra siempre en los abismos
de sus fundamentos...El mañana de la Iglesia vive siempre en sus
orígenes...Sabemos que el Colegio Episcopal, en el cual mediante el Sacramento
se insertarán los obispos, sucede al Colegio Apostólico. El mundo necesita
saber que esta sucesión no se ha interrumpido...Las personas ya pasan con
sufrimiento por la experiencia de tantas rupturas: necesitan encontrar en la
Iglesia ese permanecer indeleble de la gracia del principio».
4.- El obispo como testigo del Resucitado
«Analicemos ... el momento en que la Iglesia Apostólica debe
recomponer el Colegio de los Doce tras la traición de Judas. Sin los Doce la
plenitud del Espíritu no puede descender. Hay que buscar al sucesor entre los
que han seguido desde el principio el recorrido de Jesús y ahora puede
convertirse 'junto con los Doce' en un 'testigo de la resurrección'. Hay que
seleccionar entre los seguidores de Jesús a los testigos del Resucitado...
También para nosotros ese es el criterio unificador: el obispo es aquel que
sabe hacer actual todo lo que acaeció a Jesús y sobre todo sabe, junto con la
Iglesia, hacerse testigo de su Resurrección... No un testigo aislado sino junto
con la Iglesia..Quiero subrayar que la renuncia y el sacrificio son inherentes
a la misión episcopal. El episcopado no es para uno mismo, sino para la
Iglesia... para los demás, sobre todo para aquellos que según el mundo se deben
descartar. Por lo tanto, para individuar a un obispo no hace falta contabilizar
sus dotes humanas, intelectuales, culturales y ni siquiera pastorales... Es
cierto que necesitamos a alguien que sobresalga: su integridad humana asegura
la capacidad de relaciones sanas... para que no proyecte sobre los demás sus
carencias y se convierta en factor de inestabilidad...su preparación cultural
le permite dialogar con los hombres y sus culturas...su ortodoxia y fidelidad a
la Verdad completa custodiada por la Iglesia hace de él un pilar y un punto de
referencia...su transparencia y su desapego a la hora de administrar los bienes
de la comunidad le otorgan autoridad y encuentran la estima de todos. Todas
esas dotes imprescindibles deben ser, sin embargo, una declinación del
testimonio central del Resucitado, subordinadas a este compromiso prioritario».
5.- La soberanía de Dios, autor de la elección.
«Volvamos al texto apostólico. Después del fatigoso
discernimiento, los apóstoles rezan...No podemos alejarnos de aquel 'Enseñanos
tú, Señor'. Las decisiones no pueden estar condicionadas por nuestras
pretensiones, por eventuales grupos, camarillas o hegemonías. Para garantizar
esa soberanía existen dos actitudes fundamentales: la propia conciencia ante
Dios y la colegialidad... No el arbitrio sino el discernimiento conjunto.
Ninguno puede tener todo en mano, cada uno aporta con humildad y honradez la
tesela propia al mosaico que pertenece a Dios.
6.- Obispos «kerigmáticos»
«Dado que la fe procede del anuncio necesitamos obispos
kerigmáticos...Hombres custodios de la doctrina, no para medir cuanto viva
distante el mundo de la verdad contenida en ella, sino para fascinar al
mundo... con la belleza del amor... con la oferta de la libertad que da el
Evangelio. La Iglesia no necesita apologistas de las propias causas ni cruzados
de las propias batallas, sino sembradores humildes y confiados de la verdad que
saben que cada vez les es nuevamente confiada y que se fían de su
potencia...Hombres pacientes porque saben que la cizaña no será nunca tanta
como para llenar el campo».
7.-Obispos orantes
«He hablado de los obispos kerigmáticos; ahora señalo el
otro trazo de la identidad del obispo: hombre de oración. La misma parresia que
debe tener en el anuncio de la Palabra, debe tener en la oración, tratando con
Dios, nuestro Señor el bien de su pueblo, la salvación de su pueblo...Un hombre
que no tiene valor de discutir con Dios en favor de su pueblo no puede ser
obispo y tampoco el que no es capaz de asumir la misión de llevar al Pueblo de
Dios hasta el lugar que El le indica...Y esto vale también para la paciencia
apostólica...El obispo debe ser capaz de 'entrar con paciencia' ante Dios...
buscando y dejándose encontrar».
8.-Obispos pastores
«Sean pastores cercanos a la gente, padres y hermanos, sean
humildes, pacientes y misericordiosos; amen la pobreza, interna como libertad y
también externa como sencillez y austeridad de vida,.. no tengan una filosofía
de príncipes...que no sean ambiciosos y que no busquen el episcopado, que sean
esposos de una Iglesia, sin estar a la búsqueda constante de otra; esto se
llama adulterio. Sean capaces de 'vigilar' al rebaño que les será confiado, es
decir, de preocuparse por todo lo que lo mantiene unido...Reafirmo que la
Iglesia necesita Pastores auténticos...Observemos el testamento del apóstol
Pablo...Nos habla...El confía los Pastores de la Iglesia a la 'Palabra de la
gracia que tiene el poder de edificar y conceder la herencia'. Por lo tanto, no
padrones de la Palabra, sino entregados a ella, siervos de la Palabra. Solo así
es posible edificar y obtener la herencia de los santos. A cuantos se
atormentaban con la pregunta sobre su herencia:'¿Cual es la herencia de un
obispo, el oro o la plata'? Pablo responde: La santidad. La Iglesia permanece
cuando se dilata la santidad de Dios en sus miembros...El Concilio Vaticano II
afirma que a los obispos 'se les confía plenamente el oficio pastoral, o sea el
cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas'...En nuestra época lo habitual y lo
cotidiano se asocian a menudo a la rutina y al aburrimiento. Por eso, con
frecuencia, se intenta escapar hacia un permanente «otro lugar». Desgraciadamente
tampoco en la Iglesia estamos exentes de este peligro. Pienso que en este
tiempo de encuentros y congresos es muy actual el decreto de residencia del
Concilio de Trento y estaría bien que la Congregación de los Obispos escribiera
algo al respecto. El rebaño necesita encontrar sitio en el corazón del Pastor.
Si éste no está sólidamente anclado en si mismo, en Cristo y en su Iglesia,
estará continuamente a merced de las olas, en búsqueda de compensaciones
efímeras y no ofrecerá al rebaño ningún refugio».
Conclusión
«Al final de estas palabras, me pregunto: ¿Dónde podemos
encontrar hombres así?...No es fácil...Pienso en el profeta Samuel en búsqueda
del sucesor de Saul que ,,,al saber que el pequeño David había llevado las
ovejas a pastar al campo ordena: 'Di que lo traigan'. También nosotros no
podemos por menos que escrutar los campos de la Iglesia intentando presentar al
Señor para que diga: 'Ungelo: es el». Estoy seguro de que los hay porque el
Señor no abandona a su Iglesia. Quizás somos nosotros los que no vamos bastante
a los campos para buscarlos. Quizás nos hace falta la advertencia de Samuel :
«No nos sentaremos a la mesa antes de que él venga. Con esa santa inquietud
quisiera que viviera esta congregación».
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